Solo el día que no necesites de otros que hagan tu trabajo, o de sequías y hambrunas que guíen las presas al cebo y seas tu mismo quien pueda encontrar y seguir un rastro, caminar en el barro, arrastrarte en las espinas, ver en la oscuridad, oír en el silencio y oler el viento, ...entonces, recién ese día, te llamaras CAZADOR.

Con la Luna por Testigo



El ser humano se ha acostumbrado a realizar sus actividades durante el día desde que llego a este mundo, desde que descendimos de los árboles, desde que el hombre es hombre.

Somos seres diurnos, nuestras actividades se desarrollan bajo la claridad del día, nuestros ojos se han desarrollado para la luz, es tan estrecha nuestra relación con el día que muchas civilizaciones han adorado al Sol durante siglos.

Fuimos presas de depredadores nocturnos durante miles de años y esto a dejado un sello en nuestra inconciencia primitiva, el temor por la noche, por la oscuridad; hoy en día la ausencia de luz nos incomoda en cualquier circunstancia, ya sea en un ascensor, en el subterráneo, en compañía o en soledad hasta en la situación cotidiana mas común dentro de la protectora seguridad de nuestros hogares se corta la luz y nos incomoda, necesitamos ver y necesitamos ver ahora.

Sin embargo existe un mundo mágico en la oscuridad de la noche, lleno de oportunidades para un depredador, oportunidades únicas que favorecen al cazador. Nuestras presas son mayoritariamente de hábitos nocturnos, se encuentran fuera de sus escondrijos comiendo, migrando de un lugar a otro, apareándose, etc., están atentos a todo, a cualquier señal menos al ser humano, no nos esperan a esas horas, no buscan nuestras señales e incluso tienen menos aliados naturales que delaten nuestra presencia, las aves duermen, el ganado esta echado, etc., en consecuencia es mucho mas fácil el acercamiento e incluso la elección de la presa.

La cacería nocturna trae aparejada un sin numero de circunstancias que normalmente no percibimos, todos nuestros sentidos se potencian, solo debemos concentrarnos un poco mas y dejar florecer nuestros mas primitivo sentido cazador, es una orden natural que nuestro cerebro le imparte a los sentidos para agudizarlos llevándolos al limite; nuestro olfato, oído e incluso visión, podemos ver mucho mas allá de lo que imaginamos podríamos ver en la noche, son otros los olores, los rastros son mas frescos y se perciben mejor, los ruidos en el silencio absoluto nos indican muchas cosas, tipo de animal, distancia, etc., podemos sentir el rocío caer en nuestro rostro y escuchar un río distante.

La cacería nocturna es solitaria, la propia oscuridad te da la sensación de estar en un cuadro donde solo habitan presa y predador, es un juego estratégico que se desarrolla prácticamente a ciegas donde no te podes permitir el mas mínimo error, se debe andar muy despacio, cauteloso y observar mucho mas cada señal antes de avanzar hacia donde creemos debemos ir, es algo donde no solo participan todos nuestros sentidos sino donde prima nuestra inteligencia.

En consecuencia, no existe mejor oportunidad para el cazador que el manto de invisibilidad que crea la noche, o sera que aun somos seres solitarios que nacimos y moriremos en la noche; y he ahí esa comunión con varios de nosotros.


Lo cierto es que No existe impedimento alguno para lograr nuestro cometido, no existe situación climática o geográfica adversa, solo debemos adecuarnos a cada instancia en la que tenemos la maravillosa oportunidad de proveernos, en la que tenemos que decidir y ser por un instante lo que a todos nos llegara algún día.